viernes, 21 de octubre de 2011

Esperanza

J. Pascual
Faltaba algún que otro sueño para que amaneciera, pero podía esperar. Tenía todo el tiempo del mundo, y a pesar de que era joven sólo aspiraba a contemplar los haces de luz que se colaban por la celosía de la ventana. 
Le gustaba poner la mano y sentir cómo poco a poco el sol iba quemándole la piel.
Incluso a veces se había quedado dormida trás deslumbrarse durante unos minutos. 
Parecía que la noche se alargaba con tal de llevarle la contraria, hasta los gallos se callaban para no esperanzarla, pero llegó la mañana. Limpia, clara, repleta de ilusiones que le hacían algo más llevadera su estancia en ese lugar. 
Tal vez hoy su vida cambiara. Quizás la puerta se abriera... Quizás.




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