miércoles, 28 de marzo de 2012

Simplemente, por todo.

J. Pascual

No sabes lo que me gustaría poder cerrar los ojos y pensar que entre nosotros no hay nada mal, sólo cosas buenas, inmejorables. Y a veces lo hago, y mi cabeza se llena de ilusiones, de sueños, de confianza, de luz...

No sabes lo que me gustaría acertar en cada momento,  con cada palabra, con cada gesto, para con una sola mirada darte todo lo que reside en mi alma, en mi mente y en mi cuerpo. Quizás es demasiado y se resiste a salir, a que lo conozcas.

Por los días en que lo intenté todo, por los que deje pasar la vida, por los que soñé con cosas maravillosas y por los que la pesadilla invadió todo mi mundo. Por las noches en que imaginé tenerte, por las que intenté que te quedaras, y sobre todo por las que no lo conseguí.

Simplemente, por ti y para ti.

martes, 13 de marzo de 2012

Allí

J. Pascual

No es fácil evadirse. Ójala. No es sencillo alejarse de todo, hasta de la tristeza cuando ésta no hace más que perseguirte hasta dar contigo, siempre en el momento más inoportuno. No es simple decir "basta" y olvidarse de todo como si no hubiera ocurrido. Y más complicado es un "no". Pero lo quieres. Lo necesitas. Girar, cambiar, equivocarse. Eso es lo acertado.

Sólo espero que cuando lo decida estés a mi lado. Con luces o con sombras, con gritos o susurros, con tempestades o calma, con el bien y con el mal. Sólo búscame. En lo incierto, en las nubes que esquivan los montes, en el agua que quiere dejar de serlo, en los blancos y en los negros. Ahí estaré. Aunque no siempre. Eso quiero.

sábado, 3 de marzo de 2012

Dos

J. Pascual
La gente pasaba estrepitosamente pisando los charcos, rebosantes de vida, de fuerza, de luz. El paraguas era la simple careta que el tímido se pone cuando sale a la calle, y que se cae cuando menos lo desea, en ese preciso instante.

En su camino, las nubes arrastraban las penas de los viandantes, sigilosos ahora, cuando la tormenta pasaba. Pero no se veía el fin. ¿Y si volviera? ¿Y si no acaba?

Las ventanas protegidas con marcos de madera carcomidos, cantaban chirriando con un suave murmullo, contradictorio, paradójico, desconcertante. Y nosotros dentro.

Veíamos caer las gotas de lluvia en los cristales, típico, manido, de románticos borrachos que se desesperan entre lamentos. Pero éramos dos. 



Dos que se convertían en uno sólo en cada beso, con cada caricia, con cada suspiro. Los alientos se aparcaban en la nuca del contrario sin previo aviso, dulces, penetrantes, desalmados. 

Ganas de ti, ganas de mi, ganas de males, de bienes, de paz, de guerra, en una cama vacía que gritaba helada.